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miércoles, 27 de marzo de 2013

GEMELOS EN LA PREHISTORIA

 Capítulo 2
      Una tarde el cielo se oscureció mucho antes que otros días y eso que ya casi era primavera. Los animalitos se habían ido a sus cuevas, nidos o madrigueras. Una gran preocupación se extendió por todo el poblado tan rápidamente como los nubarrones negros se fueron extendiendo sobre el cielo.
      Había que hacer como los animales: refugiarse en las chozas, cabañas y cuevas, pero...
         Pero los hombres aún no habían vuelto. Salieron a cazar bien temprano como cada día cargados con sus lanzas, hachas y flechas en busca de una manada de ciervos que pastaban cerca de un riachuelo.
         De pronto, del cielo salió un gran estallido y unas extraños cuchillos de luces saltaron entre las nubes negras rompiéndolas y dejando caer todas las gotas de lluvia que había dentro de ellas.
     Todos asustados dentro de la cueva alrededor de un fuego canturreaban extrañas canciones. Kali no sabía muy bien si aquellos cánticos servirían para algo pero no podía quedarse sentada esperando a ver que pasaba: su papá y los otros hombres de la tribu podían estar en peligro y ella, ella, ella no pensaba quedarse a esperar.
      Tan distraídos estaban todos siguiendo los cantos de las ancianas que nadie se dio cuenta de que Kali se había ido.
        Era de noche, no se veía mucho y no había cogido ninguna antorcha. - Bueno - pensó, - tampoco me iba a durar encendida, el agua de la lluvia la apagaría - .Llevaba consigo su cuchillo de colmillo de león y un hacha que le había regalado su hermano. Por suerte para ella, no había ningún animal peligroso por allí -estaban todos en sus guaridas-.
      Aprovechaba las luces de los relámpagos para descubrir el camino que conocía y cuando sonaba el trueno le daba un poquito de miedo aunque por nada del mundo lo habría reconocido.
        Llevaba un rato caminando cuando comenzó a oír el ruido de la Gran Catarata justo el lugar que los niños tenían prohibido traspasar. A partir de ese punto no sabía que podía encontrar...
        Bueno, sí que lo sabía, algunas veces había seguido a su padre y a los demás sin que ellos lo sospecharan y sabía que era peligroso porque había grandes pozos de donde un animal, un niño o ¡un hombre! No podrían salir sin ayuda. ¡Eso es, eso es! Su papá y los demás podrían haber caído en alguno de ellos, era imposible conocerlos todos y su papá le había dicho que algunas veces estaban ocultos por plantas y ramas.
Pero aquello podía ser una mala noticia, el agua de las montañas bajaba con fuerza buscando encontrarse con el río que la llevase hasta el mar. Sin duda, en su bajada llenaría los pozos que encontrase en su camino. El gran jefe y sus hombres podían morir ahogados.
      Kali pensó que lo primero era encontrar en cual de los pozos estaban, después... después ya vería. Y así fue como empezó a buscar entre los pozos que conocía: el que estaba cerca del gran castaño, el que tenía tres bocas, el que repetía tus palabras cuando te asomabas... ¡ Eeeeeeeh! gritaba siempre, ¡eeeeeeeh! contestaba la voz del pozo.
         - ¡ Eeeeeeh1 - gritó Kali.
         - ¡Aquí. Aquí!- contestó esta vez el pozo.
       ¡No podía ser! ¿qué era aquello?-
         - ¡Aquí, estamos aquí! -. Volvió a repetir.
         - ¡ Papá, papá ! - dijo Kali, llena de esperanza y miedo.
     Los había encontrado pero la situación era difícil; no podía sacarlos. Cuando había caído algún animalito lo habían sacado metiendo alguna rama por la que pudieran trepar, pero esta vez haría falta un tronco y ella no tenía fuerza y además estaba todo tan oscuro...
        Sin saber como lo haría, gritó a su padre prometiendo que volvería con ayuda.
                                                    
                                                                                                                           (Continuará)
   

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